miércoles, 10 de septiembre de 2008

Niebla

Esta mañana fui capaz de salir a dar un paseo. No quería alejarme demasiado de la estación porque últimamente mi memoria falla bastante y tenía miedo de no saber encontrar el camino de vuelta. La noche anterior había caído una tormenta impresionante. Miles de hojas sembraron de verde la calle por la que me aventuré a dar una vuelta. La verdad que fue una sensación grata y positiva y me hizo retroceder unos cuantos años en el tiempo.

La lluvia ha tenido siempre en mi un efecto terapéutico. Recuerdo que de jovencita me ponía debajo de un canalón y esperaba sobre mi cabeza una gran cascada de agua en días de tormenta. Era como ponerse a gritar al lado de la vía de un tren al estilo de Liza Minelli en Cabaret.

Pensaba en las tertulias con los amigos que se prolongaban durante horas y al final, teníamos la seguridad de haber cambiado el mundo. Hoy los pocos cafés sirven para intentar modificar algo de nuestra existencia. No lo conseguimos pero al menos lo intentamos. Echo de menos esas frases cargadas de emoción y esas mirandas cómplices que conseguían elevarte hasta el cielo.

El chapoteo de mis sandalias sobre las hojas mojadas tendidas en el suelo trajo hasta el presente nombres imborrables como Niebla. Un local de mala reputación que nos envolvía a todos en una nube tóxica. Hoy ya ni siquiera recuerdo cual es el símbolo que han levantado en su lugar. No sé si me importa demasiado pero si tengo la sensación de haber dejado colgadas muchas cosas del pasado en el tiempo.

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