domingo, 24 de enero de 2010

Para un rato y mira

El mundo gira deprisa y aunque miro hacia dentro para ver aquellas cosas que se mueven día tras día pocas veces acierto a comprender que es lo que está pasando realmente. Desconozco muchas cosas y me aferro constantemente a hábitos adquiridos por la repetición de hechos y deseos. Actúo de forma casi obligatoria para no ser diferente a los demás. ¡Qué absurdo!

Es imposible acertar, si emprender el viaje en coche, en avión o en barco. Lo único que tienes claro es que tienes una necesidad imperiosa de viajar, de moverte, de averiguar que pasaría en otros destinos, en otros momentos, en otros lugares, en otros segundos.

Busco en el humo de las ya inexistentes máquinas de vapor una referencia para seguir su estela, miro a través del arco iris un mundo de lugares mágicos donde colocar un granito de sosiego permanente. Y me encuentro nuevamente en frente de una nebulosa de metal que me impide correr hacia afuera. Es entonces, cuando me paro un rato y miro otra vez hacia dentro.


viernes, 15 de enero de 2010

Intrusos

Hoy se han llevado mi banco de madera sin ningún tipo de derecho. He maldecido a los intrusos durante unas cuantas horas y al final les he permitido quedarse en este andén en el que he derramado cientos de lágrimas.

Todo ha ocurrido en un momento de despiste. Salí a dar un paseo por las cercanías de la estación y al volver me encontré que alguien había subido la entrada de acceso más de medio metro. En estas condiciones era complicado acceder al interior del andén sin arriesgar alguna de las piernas. Solté un puñetazo contra el cemento decorado con preciosas baldosas de cerámica. Me enfadé, me cabreé y como pude accedí al interior de la estación.

Allí encontré a un niño pequeño y a la persona que le estaba cuidando en esos momentos. Me resultaban conocidos. Me fui adentrando en el andén y cuando traté de refugiarme en mi banco de madera me di cuenta de que ya no estaba allí. No podría decir ahora cuantos extraños participaron en el ataque a mi intimidad pero eran bastante cobardes. Tenían sus rostros tapados con capuchas negras y estaban todos acurrucados en círculo.

No me dieron miedo, sentí fluir el ácido de mis emociones contenidas y les grité sin mediar palabra. Mi espacio es sagrado y no permitiré que rompáis el equilibrio existente. Me di la vuelta. Buscaba a algún responsable de este despropósito y sólo me encontré con una nebulosa gris que giraba a mi alrededor. Caí al suelo. Derramé parte de las fuerzas obtenidas en una batalla cruel contra el tiempo y al final, apoyándome en mi mente recuperé la compostura.

Busqué otro banco de acero. Estaba frío y desde allí contemplé las sombras que a tan solo unos metros cohabitaban conmigo. Fijé la mirada y el aliento de mis emociones comenzó a fluir a bajo cero. Lo extraño de todo es que mi temperatura era elevada. Quizás por eso sigo resistiendo. Nadie me podrá expulsar de mi territorio. Si se acercan más me levantaré como una montaña de hielo y escupiré fuego por los ojos. Resurgiré de las entrañas de la tierra y cogeré uno a uno a cualquier intruso que quiera desestabilizar mi existencia.

Ahora descanso tranquila. Mañana despertaré de este terrible sueño en el que se han visto implicadas demasiadas sensaciones que nunca había percibido antes. Quizás sea un buen momento para construir otro banco o quizás sea un momento para elevarme hasta ese mundo donde me siento comprendida.


miércoles, 13 de enero de 2010

Sinfonía de sensaciones

He pasado varias semanas acurrucada y meditando. Llevaba años sin ver como la nieve teñía de blanco la vida de los pasajeros. A mi desde luego se me ha encogido mi pequeño corazón y he estado a punto de morir congelada simplemente al observar la sinfonía de sensaciones que descendían del cielo.

Cada burbuja blanca me hablaba de hechos de mi vida, me susurraba como las cosas se van modificando en función de cada nuevo amanecer. He sentido como algunas arrugas marcadas en mi rostro se alisaban al no sentir determinadas ausencias. Me he trasladado a otro tiempo y he lanzado grandes bolas de nieve hacia los sueños de futuro.

En un intento por saborear la nieve he descubierto la inmensidad de las sensaciones. He bebido las gotas blancas de la vida y he resbalado junto con una gran familia de copos de cristal. He sentido su fría textura y su calido abrazo después de ingerir el elixir de la congelación. Una vez más he abierto una puerta a las sensaciones y he recuperado con la purificación del agua el reclamo de la vida.