martes, 9 de junio de 2009

Charly


Ayer me sentí como ese pequeño gorrión que recogí en la calle hace ya como un millón de años. Acurrucada en un cuarto de no más de cuatro metros cuadrados miré hacia el horizonte a la caza de una cerilla para incendiar el presente. Mi inteligencia daba patadas a las conexiones neurológicas pero los fastidiosos impulsos elecromágnetidos me arrebataron horas que nunca volverán a ser y que posiblemente significarán la salida de una nueva cana en mi pelo. Me hago mayor y sigo sin comprender las pataletas de ese espíritu que habita en mí.

Entonces fue cuando me acordé de Charly, pobre Charly. Tembloroso, pequeño y sin poder volar. Al final murió, era pequeño y al caer del nido firmó sin ni siquiera saberlo su sentencia de muerte. Lloré entonces y lloré ayer. Volví a sentir a mi lado a ese pequeño gorrión.


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