miércoles, 21 de octubre de 2009

Tiempo de Otoño

Cada día me resulta más insoportable dormir en este asiento de madera que me ha acogido durante meses y he tardado varios días en poder conciliar el sueño. Desconozco si será la llegada de las primeras lluvias que anuncian la caída del sol unas horas antes o bien ese frío húmedo que ya empieza a filtrarse por mi camisa de algodón.

Lo cierto es que no me gustan los cambios de estaciones, me gusta ésta. Disfruto de esta estación del norte donde coloco la temperatura a mi manera pero últimamente alguien ha desconectado mi termostato personal y me está obligando a moverme sin descanso. Me gusta mi estación del norte porque expreso lo que otros viajeros me inspiran sin embargo llevo semanas sin apreciar cambios de actitud en ninguno de los pasajeros. Son grises, lentos e incluso a veces, un poco desagradables.

Los viajeros llegan a la estación con un humor de mil demonios y buscan algo rápido para tomar a primera hora de la mañana. No hablan, no escuchan, no piensan, no ríen, no lloran. Son la sombra de su vida y deambulan por la ciudad hasta que llega la hora de regresar a casa.

Desde mi andén les observo de forma minuciosa. Algunos llevan la misma expresión de hace semanas, no han avanzado no un milímetro hacia su destino. Escuché hace poco que la dirección de esta estación esta pensando en colocar más bancos de madera para evitar gestos incómodos dentro de los vagones. No quieren seres deambulando sin rumbo por el tren del sistema y han decidido realojarles dentro de la estación. Sin que molesten, sin que dispersen. Ahora me tocará compartir el tiempo con ellos.

He tardado varios días en conciliar el sueño y estoy convencida de que en adelante deberé tener más cuidado con los nuevos inquilinos de los andenes. Muchos ni siquiera se han dado cuenta de que se han bajado ya del tren y temo que su despertar modifique de forma brusca mi estancia en esta estación.

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